El paisaje está dominado por un sinnúmero de plantas desérticas entre las que predominan yucas, magueyes, nopales y palas, además de algunas coníferas que los restauradores han procurado conservar. Las construcciones se hicieron aprovechando lo escarpado del terreno, sin guardar una simetría como la que presentan, por ejemplo, Teotihuacan, Xochicalco o Monte Albán. Asimismo, las partes más altas del derrame basáltico se destinaron para la acrópolis, donde se sitúan las estructuras más importantes y donde residían los dirigentes.
Cantona es considerada la ciudad más urbanizada del México prehispánico. Su extensa red de comunicaciones, con calzadas de hasta 1 km de longitud, permitía un fuerte control de sus habitantes. Además, existían calles amuralladas que bien podían cerrarse fácilmente en caso de una invasión. Desarrollada en una época de fuertes conflictos sociales, Cantona se fue convirtiendo con el tiempo en una fortaleza.